Todos hemos conocido alguna persona que ha sufrido un infarto y nos hemos cuestionado cómo es que ocurre semejante enfermedad, sobre todo porque deseamos prevenirla. Es por ello que resulta importante conocer su fisiopatología, no solo por prevención sino para saber cómo actuar ante dicha enfermedad.
El cerebro representa el 2% del peso corporal y aún así es capaz de consumir del 15 - 20% del gasto cardíaco, recibiendo un aporte sanguíneo de aproximadamente 1000 ml, que se distribuyen en alrededor de 700 por territorio carotídeo y 300 por territorio vertebrobasilar. Necesita un flujo sanguíneo cerebral (FSC) constante para garantizar una tensión arterial media que debe mantenerse entre 60 y 170 mmHg, un aporte adecuado de oxígeno (entre 3 y 5 ml/100gr de tejido cerebral /mint.) y de glucosa (entre 5.7 y 7.6 mg/100gr de tejido cerebral /mint.). El flujo sanguíneo cerebral, a su vez depende de la presión de perfusión cerebral (esta a su vez de la TA) y de la resistencia al flujo (esta a su vez de la viscosidad de la sangre y del diámetro del vaso). Como se puede notar, existen muchos factores involucrados para que el flujo sanguíneo llegue sin dificultades al sistema nervioso. Existen varios factores que lo regulan para que exista un funcionamiento adecuado, por ejemplo: la actividad neuronal, los reflejos barorreceptores y vasomotores del tronco encefálico y la propia autorregulación de la TA por mecanismo metabólicos, miógenos y nerviosos (inervación autónoma de los vasos).